Dejar de juzgar

Dejar de juzgar

Juzgar es un acto de desinformación o acusación falsa. Es crear una historia mental basada en la percepción personal. Podemos analizar y etiquetar a una persona que posiblemente no cumpla el perfil que hemos creado en nuestra mente.

El juicio es un reflejo de que es más fácil hablar de otros que de uno mismo. Las personas son rápidas para juzgar a otros, pero lentas para corregirse a sí mismas y esto puede dañar la vida de otros. Por ejemplo, hay personas que juzgan y critican a una figura pública; esta última podría sentirse tan ofendida que pudiera caer en una depresión. Lo cierto es que el juicio tiene que ver siempre con quien lo emite más que con quien es juzgado. Por eso, el acto de juzgar deja siempre una impresión negativa en quien lo emite.

Solemos juzgar por desinformación.

Tal es el caso cuando juzgamos las decisiones de otros. Detrás de una decisión generalmente hay mucha información que desconocemos. Nuestro nivel de consciencia también nos hace juzgar, o bien la educación e información que hemos recibido a lo largo de nuestra vida. Cada quién opina desde lo que es.

Otra manera dañina de juzgar es a través de las generalizaciones. Se suele decir ocasionalmente: “todos los políticos son corruptos”, o “todos los ricos son superficiales”. No se puede generalizar de esta forma ya que esto nos lleva a posiciones extremas intolerantes que dañan la reputación y dignidad de quienes son juzgados. Se juzga también por miedo, por enojo, por envidia, por complejo y por muchas emociones más. Nuestros estados emocionales impulsivos pueden llevarnos a ser personas juiciosas.

Existen tres tipos de juicio. En primer lugar, el juicio a uno mismo. Ocurre cuando somos muy críticos con nosotros. En segundo lugar, juicio a los demás, que generalmente se da como un acto de desinformación. Finalmente, juicio a cosas, situaciones o circunstancias que son señaladas según nuestro propio lente o interpretación de la realidad. 

Te comparto cinco formas para evitar el mal hábito de juzgar:

  • Observa tu entorno. No hables, no juzgues. Pregúntate: ¿a qué se deberá esto?, ¿hay algo que no conozco de esto? La idea es desarrollar la empatía y la compasión. Nunca sabemos a ciencia cierta todo. 

  • Examina tus juicios y reflexiona en la “ley del espejo”. Esta ley dice que todo lo que vemos en otros también lo tenemos nosotros. 

  • Evita extremismos. Las posiciones extremas siempre generan juicio. 

  • Acepta las diferencias. Cada quien tiene sus propias opiniones, historias, percepciones.

  • Procura no asumir nada. Es mejor preguntar y salir de dudas antes de afirmar/juzgar. 

¡Construyamos una sociedad con menos juicios empezando por nosotros mismos!

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