Vivir sin apegos, vivir en libertad
“Tanto cielo para volar y uno enamorándose de las jaulas” (Fredy Jiménez).
Los seres humanos desean ser felices, libres y sin apegos. No obstante, casi todas las personas viven con apegos que conducen al sufrimiento. Generalmente, hay apegos hacia personas, cosas, ideas o circunstancias creyendo que son indispensables y que sin ellas se es infeliz. Detrás de un apego hay miedo a perder y por ende a retener o controlar lo que hemos considerado esencial.
Para ser libres, es necesario soltar lo que nos pesa y confiar que podemos sobrevivir sin ello, y que inclusive en algunas ocasiones, nuestra vida puede mejorar.
Vivir sin apegos y encontrar la ansiada libertad interior es posible cuando:
- Vivimos en el presente. Mostramos apego a algo que pasó o a algo que deseamos que ocurra. Deseamos que las cosas sean como fueron antes o esperamos algo muy definido del futuro sin dejar espacio a que surja lo que debe venir. Es importante aceptar y fluir con lo que hay, con las circunstancias del presente. Lo que venga es lo que necesitaremos para nuestra evolución personal.
- Asumimos las pérdidas. Nada es permanente, todo pasa, todo tiene su final. Asumí los cambios en tu vida, las partidas, la muerte… Cerrá los ciclos, decí adiós, agradecé cuando haya pasado. Dale siempre la bienvenida a lo que venga y atesorá las lecciones de lo que se fue.
- Reconocemos conscientemente los apegos. Cada vez que tengas un apego dale un nombre: “tengo apego a esta idea/ persona/ objeto material”. Cuando reconocemos conscientemente el apego es más fácil soltarlo. Podemos decir: “no necesito esto para ser feliz, lo dejo ir”.
- Soltamos la dependencia o aprobación externa. Muchas veces el apego surge por depender del mundo exterior, del que dirán, la moda, las corrientes ideológicas, las masas. Procura mirar más en tu interior en lugar de tu exterior. Ir hacia adentro es un refugio que te llevará a una vida más espiritual, libre y desapegada.
- Cambiamos la percepción de lo que se va de nuestra vida. El sufrimiento o el miedo a perder no se debe tanto a las circunstancias, sino a los pensamientos que tenemos con respecto a estas. Es necesario gestionar nuestros pensamientos de preocupación por el futuro, de lo que se pueda ir de nuestra vida. Muchas veces lo que se va no deja tantos estragos como creíamos y nos encontramos que somos más resilientes de lo que pensábamos.
¡No retengás, no acumulés, no tengas miedo a perder!
Solos venimos al mundo y solos nos iremos con las manos vacías. Vivir sin apegos nos hará libre y desprendidos para gozar más la vida.