Lo que guardas lo cargas

Lo que guardas lo cargas

Hace varios años decidí callar, guardar y cargar lo que a continuación relataré. Lo hice para no enfocarme en el dolor, en el pasado, en lo negativo, renunciando a mi condición humana, a sentirme frágil, a mi necesidad de hablar, llorar y procesar lo sucedido. Una necesidad que muchas veces auto-reprimimos hombres y mujeres, sobre todo los primeros… 


Dedicado a los padres que les ha tocado vivir por algún tiempo en un hospital con sus hijos…

Hace unos años varias personas nos insistieron a mi esposo y a mí que viéramos en el cine la película “Milagros del Cielo”. Decidimos ir sin saber que esperar. La película me hizo revivir en cada escena el capítulo de mi vida que a continuación relato. 

En el 2012 nació mi segundo hijo Jacob

Muy sano aunque inesperadamente con cataratas al igual que su hermano mayor. Esto emocionalmente fue un golpe fuerte, pero muy aparte de lo visual, cuando Jacob cumplió 3 meses de vida en lugar de comer y dormir mejor como todos los bebes ocurrió lo contrario, retrocedió. El bebé no era capaz de dormir más de 2 horas seguidas de día o noche, no era capaz de tomar más leche, no crecía con normalidad, tenía 6 meses con el peso y talla de un bebe de 2. Jacob calló en desnutrición grado 2 y nadie conocía la causa.

Los doctores sugerían una y otra recomendación y la solución nunca venía. Me sentía cansada físicamente, eran ya 7 meses sin dormir, de incertidumbre, luchando para hacer que el bebé comiera y creciera. Recuerdo haber ido de doctor en doctor, naturistas, ir a Costa Rica y hasta donde un curandero. La desesperación para que Jacob mejorará era grande y la luz al final del túnel no se veía. 

Un día llegamos donde el Dr. Palacio, gastroenterólogo pediatra – el ángel que nos dió la luz, el mismo ángel que vi en la película ¨Milagros del Cielo¨. Empezamos una relación cercana. En una endoscopia y colonoscopia que él le practicó a Jacob, pude ver con mis propios ojos el estómago y los intestinos de mi bebé desbaratados, llenos de llagas y sangre, todo se trataba de una gastritis y colitis severa crónica a causa de alergia alimenticia – el bebé tenía meses sufriendo en silencio.

El tratamiento médico de Jacob.

Empezamos entonces por varias semanas un fuerte tratamiento pero Jacob no mejoraba, por el contrario, entró en una crisis severa en la que dejó de comer por completo y empezó a vomitar lo que ingería, su cuerpo había entrado en un estado de acidosis metabólica y ante la urgencia nos hospitalizaron en el Hospital Metropolitano.

En esa hospitalización se le colocó a Jacob una sonda de alimentación nasogástrica. La hospitalización iba durar 3 días, pero pasada la primera semana en el Metropolitano Jacob no presentaba mejoría, razón por la que nos sugirieron sacarlo de Nicaragua antes de que no pudiésemos sacarlo en un avión comercial. Y así fue como llegamos al Holtz Children Hospital de Miami, dejando todo en Nicaragua, dejando nuestro hijo mayor Julio, con apenas 3 años.

Llegar a un hospital de los Estados Unidos prometía esperanza, la posibilidad de encontrar respuestas y la ansiada cura para Jacob después de 8 meses. Sin embargo, encontramos lo contrario. Encontramos maltrato de la mayoría de las enfermeras, frialdad, negligencias médicas, y por nombrar una de las peores en una ocasión metieron a Jacob a un procedimiento bajo anestesia general y dentro del procedimiento entre todo lo que harían olvidaron ponerle un catéter que nos permitiría extraerle sangre para los múltiples exámenes que se le hacían, lo olvidaron, y yo como madre lo presentí.

Por eso cuando salieron del quirófano antes de preguntar por Jacob pregunte por el catéter, efectivamente lo habían olvidado! Ese mismo día tuvo que volver a entrar a sala y recibir por segunda vez en cuestión de horas anestesia general. Ese día mi hijo pudo haber muerto con dos anestesias y un ayuno de 12hrs en estado de desnutrición.

Jacob ya no tenía venas de tantas canalizaciones.

Recuerdo una vez tenerlo sostenido literalmente por una hora y media en una camilla con dos enfermeras más para encontrar una vena en los brazos o pies y canalizarlo. Pasaron varias enfermeras pinchándolo hasta 4 veces y nadie encontraba una vena, todas estaban ya reventadas de tanta hospitalización.

Recuerdo una enfermera llorar y llorar al verme que yo lo único que hacía era cantarle a Jacob en el oído mientras el llevaba ya una hora de pegar gritos de dolor crucificado en esa camilla. Yo me había vuelto inmune al dolor, todo mi sistema estaba en guardia y lo único que hacía era responder como si nada sucedía a mí alrededor.

Una tarde recuerdo que entró el cuerpo medico al cuarto y nos dijeron que posiblemente Jacob tenía al igual que su hermano un síndrome que los haría vivir hasta los 30 años. Esa noche junto a mi esposo fue de silencio y dolor. Sólo me preguntaba como en 30 años podía hacerles la vida mejor a mis hijos. Afortunadamente el diagnóstico era incorrecto.

Las semanas pasaban, Jacob no mejoraba a pesar que los exámenes venían normal. No había diagnóstico pero Jacob seguía vomitando, bajando de peso, no podía alimentarse por boca.

El cansancio.

El cansancio físico de dormir ya varias semanas en los sillones del hospital, la mala alimentación, la distancia, la incertidumbre y el ambiente hospitalario tan frío nos estaban aniquilando. Lo más duro era tener un hijo lejos, quién después de la tercera semana decidió no hablar más por Skype con nosotros.

En su mundo de niño papá y mamá lo habían abandonado, hecho que confirme cuando aún después de 6 meses de lo sucedido cada vez que salía de la casa me preguntaba con insistencia si regresaría.

Cuando vivíamos todo esto yo tenía la certeza que todo mejoraría, nunca perdí la fe, pero si recuerdo haberle dicho a Dios que estábamos peleados: ̈No quiero saber ya nada de vos, estoy resentida, ¿Con que necesidad tanto sufrimiento? ̈ Meses después nos reconciliamos como dos grandes y viejos amigos.

Después de estar casi un mes en el hospital de Miami sin solucionar el asunto, nos llegó a recoger un avión ambulancia para movilizar a Jacob al mejor hospital de niños de los Estados Unidos, Boston Children Hospital, el mismo hospital que aquella noche vi en la película ̈Milagros del Cielo ̈.

Al llegar a ese hospital algo cambió.

Y no se que fue, Jacob dejo de vomitar, empezó a comer por boca, lo desconectamos de la máquina de alimentación, le quitaron la canalización, el catéter y al estar libre lo llevamos al jardín del hospital, al ponerlo en la grama por primera vez en su vida empezó a gatear, fue un momento muy conmovedor. 

Regresamos a Nicaragua después de un mes y medio. Jacob nunca más volvió a tener crisis, nunca hasta ahora ha tenido un problema gástrico, es un niño muy sano, no hay ninguna secuela y esto para mí ya es un milagro!

Cuando regresamos del viaje mi esposo y yo decidimos darle vuelta a la página.

Casi nadie supo lo que vivimos día a día en los hospitales, de hecho a los 10 días de haber regresado me di cuenta que estaba embarazada de Joaquín, lo que significaba que entraba a una nueva etapa y necesitaba estabilidad emocional, no había espacio para estar triste, llorar, recordar o resolver lo que había sucedido con Jacob.

Sentarme esa noche en el cine y ver la película ¨Milagros del Cielo¨ era como si me hubiesen dicho ¨Hicimos una película de tu historia con Jacob, sentate y disfrútala¨. La película trata todo lo que yo aquí narré, era verme como esa madre y ver a Jacob como la niña de la película. Lloré de principio a fin, fue revivir una historia que hace mucho enterré sin procesarla y sin despedirme de ella.

Al terminar la película lloré nuevamente en el carro y luego en mi casa una hora más a los pies de la cama de Jacob quién dormía profundamente.

Mi esposo me miraba en silencio e imagino que en su mente decía ¨¡¡¡Pero si la película ya termino!!!¨. Pero yo no podía parar de llorar, hasta que llegó un punto en que me dolían los ojos y entre en razón y dije ¨¿Qué me pasa? ¿Qué es esta loquera? ¿Por qué sigo llorando? ¡¡¡La película ya acabo!!!¨…

La respuesta de Dios.

En ese momento, SIN NINGUNA DUDA que era así, Dios me contesto en mi mente: ¨No estás loca, estas siendo sanada. Lo que viviste con Jacob fue un trauma grande que quisiste taparlo, como tapar el sol con un dedo. Esta es una espina que has tenido adentro y que al Yo sacarla aún causa dolor¨.

Con estas palabras me fui quedando dormida poco a poco en paz. Al día siguiente Jacob despertó a las 8:00am, nunca antes lo había hecho, siempre despertaba alrededor de las 6:00am. Cuando una madre es liberada del dolor de un hijo, el hijo es también liberado – estamos conectados. En fe sé que Jacob hoy está más sano emocionalmente que el día antes de la película.

Dios se vale de cualquier persona o circunstancia para sanarnos, en mi caso fue una película. Muchas veces creemos que los traumas sólo son en la infancia. Las cosas que de adultos nos pasan pueden ser muy dolorosas y si no las sacamos, lloramos, trabajamos estarán allí adentro haciendo peso en nuestra vida, y eventualmente al no salir por nuestra boca salen por nuestro cuerpo en forma de enfermedades.

No cargues nada, deja que Dios lo haga por vos…

 

 

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