2018: Un momento a la vez
Dicen que hay que vivir “un día a la vez”. Este dicho me quedó como chaqueta grande. Durante el 2018 me ví obligada a vivir “un momento a la vez”.
Este año fue uno de los más complejos que hasta ahora he vivido, pero el que más lecciones y aprendizajes me ha dejado. Por ello, estaré siempre agradecida…
Mi año inició con la fase final del cáncer de mi tío (hmno. de mi mamá), a quién enterramos a fines de enero. Recuerdo haber salido corriendo de mi casa al menos tres veces hacia la casa de mi tío porque se nos anunciaba que su despedida llegaba. La corredera nos hacía comprender justo esto, que todo cambia repentinamente y que había que aprender a convivir con la incertidumbre viviendo un momento a la vez. El día que mi tío partió llegué justo 10 minutos después de su partida, comprendí que no me correspondía estar allí.
Dos meses después de la partida de mi tío sobrevino la crisis en Nicaragua.
La coyuntura también nos enseñó a vivir un momento a la vez. De pronto en la mañana todo era relativamente calmo, pero en la tarde podía encontrarme en mi carro a sólo unas cuadras o kilómetros de un tiroteo o enfrentamiento. Recuerdo planificar talleres y conferencias que fueron cancelados horas antes. También salir del país repentinamente con mis hijos sin saber si volveríamos. Nunca nadie sabía lo que pasaría al día siguiente, por lo que era imposible planear mucho.
Uno de los momentos más difíciles fue un domingo cuando veía en vivo en la TV lo que sería el inicio de una marcha ciudadana en Camino de Oriente. Todo aparentaba ser normal, pero de pronto empecé a ver en tiempo real como de manera violenta se llevaban presos a los manifestantes. Allí estaban mis primos y yo me sentía impotente viendo eso. Empecé como loca a llamarlos, pero ya nadie contestaba los celulares, habían sido desbaratados a la hora de la captura. Mis primos estuvieron presos en el Chipote y pude sentir el inmenso dolor de tener preso un familiar en ese funesto lugar.
Recibí un correo electrónico que cambió todo.
Al día siguiente de la liberación de mis primos recibí en mi correo electrónico el examen que diagnosticaría a mi madre con cáncer. Desde ese momento mi mundo se complicó aún más y me tocó con mayor ímpetu vivir un momento a la vez. Desde el diagnóstico de mi madre hasta el día en que partió transcurrieron tres meses. Muchas veces estuvo a punto de morir, entraba en agonía y luego se estabilizaba. De pronto en la mañana todo está bien y de pronto en la tarde está a punto de fallecer, y así nos despedimos de ella varias veces hasta que falleció en enero de 2019.
Durante el 2018 me acostumbré a convivir con los cambios repentinos, con lo incierto y con el momento a la vez. Cada día tocaba planear sólo la mitad del día ya que todo podía cambiar. Todo esto fortaleció mi capacidad de flexibilizarme, reinventarme y aceptar cada momento con paz, nada fácil. Aprendí que no se nada, que nadie sabe nada y que Dios actúa de formas misteriosas y perfectas. Realicé que a veces no hay respuestas lógicas a lo que ocurre y aun así todo está bien. Desarrollé fluidez y tolerancia por aquello que no podía cambiar, por lo que no estaba en mis manos. Estoy segura que miles de nicaragüenses también lo hicieron. Todas estas lecciones han sido acompañadas de mucho dolor.
El dolor ha sido mi maestro.
¿Cómo podría rechazarlo? ¿Cambiaría mi situación si pudiera hacerlo? ¡Nunca! Es justo en la dificultad y no en la alegría que crecemos, y mientras sé que todo pasará aprovecho las lecciones. ¡Bendito difícil 2018 que me enseñaste a vivir un momento a la vez! Gracias Dios por tanto…
Un comentario
Esta genial el post. Un cordial saludo.