La siguiente historia ocurrió en San José, Costa Rica mientras impartía una conferencia y narra los hechos tal cual sucedieron. Ese día mi madre me habló. Puede que algunas personas se sientan confundidas y por tanto el testimonio servirá para quien esté listo.
Mi mamá falleció hace un año y dos meses. Éramos muy cercanas, amaba mi trabajo y por tanto me acompañaba con frecuencia a mis talleres y conferencias. Cuando ella falleció por alguna razón mi carrera profesional despegó a otro nivel y empecé a viajar dentro y fuera de Nicaragua con más frecuencia impartiendo conferencias.
En todo este tiempo siempre me inundaba la tristeza cuando pensaba que ella hubiera sido feliz viendo mis logros y viajando conmigo dentro del país. Siempre me preguntaba que porque justo cuando ella partió se empezó a dar todo lo que ella en vida hubiera disfrutado de mi carrera profesional.
Aquel día…
La conferencia que impartí ese día era la 13va vez que la daba. Es una conferencia que dura justamente 1 hora y 30 minutos. Un buen orador sabe administrar su tiempo y debe empezar y finalizar en el tiempo acordado. Después de 13 veces yo sabía hacerlo justamente así. Sin embargo, minutos antes de salir al escenario yo presentí que esta vez algo iba a ser diferente, no sabía porque.
A medida que iba transcurriendo todo yo sentía como que me iban dictando al oído todo lo que tenía que decir, surgían historias y ejemplos que no son parte de la conferencia, pero que tampoco podía callar. Cuando iba más o menos por la mitad del tiempo ví el reloj, ví que iba atrasada y que la conferencia no iba acabar a tiempo.
Entonces me afligí un poco y mientras hablaba era como que tenía una batalla interna con Dios y le decía: “¿Por qué me estás haciendo hablar tanto? ¿De dónde sale todo esto? Bajémosle el gas que necesito acabar a la hora acordada”. Pero no, la situación no cambió y era algo más fuerte que yo. La conferencia finalmente duró 2 horas y 20 minutos.
Ileana…
Iliana es una costarricenses a quién no conocía y ella tampoco a mí (no era mi seguidora). Ella se incorporó tarde a la conferencia cuando yo llevaba aproximadamente dos horas hablando, por lo que prácticamente llegó a vivir la parte final que es una meditación guiada sobre abundancia. Si la conferencia hubiera durado lo usual que es la hora y 30 minutos, Iliana nunca hubiera participado en esa meditación.
Cuando finalicé la conferencia me senté en la primera fila y Iliana llegó inmediatamente a sentarse a mi lado a hablarme al oído. Llegó literalmente temblando, fría y al mismo tiempo sudando mucho (había aire acondicionado). Su estado era calmo pero al mismo tiempo de shock, el mensaje que me dió fue el siguiente:
“Nadia estoy muy asustada”
Nunca me había pasado lo que me pasó. Cuando empezaste la meditación yo me fui como en un trance. No recuerdo nada de lo que dijiste. Empecé a sentir una presencia en mi cuerpo, tuve sensaciones que nunca había tenido. No entendía nada. Me di cuenta que era tu mamá, sentía que su corazón estaba muy conectado al tuyo. Empecé a tener un diálogo con ella, ella quería que yo subiera las manos hacia arriba para que vos me vieras.
Ella quería que te dijera que era ella subiendo las manos, yo le decía que no, que vos estabas ocupada. Yo trátate de hacerlo pero vos en esa meditación tenías los ojos cerrados. Luego ella me dijo que te dijera que siempre te ha acompañado por dónde has ido con tus conferencias y que siempre lo seguirá haciendo, que está muy orgullosa de vos y de tus hijos, y que te agradecía por todo lo que hiciste por ella antes de morir”.
Cuando Iliana recibió este mensaje le dijo a su hermana que estaba junto a ella lo que estaba pasando. La hermana le dijo: “anda a decirle ahora mismo que es verdad, la mamá está muerta”. Iliana llegó tarde y nunca escuchó cuando compartí que mi mamá había muerto.
Cuando Iliana me trasmitió el mensaje me solté a llorar junto ella.
Yo siempre me sentía triste porque mi mamá nunca vio esta faceta de mi vida profesional y ahora me mandaba a decir que siempre ha estado a mi lado. No es la primera vez que intenta decírmelo. Cuando llegué por primera vez a El Salvador a trabajar, me regalaron a la Virgen del Socorro que era su virgen por el nombre que ella llevaba. Fue un regalo inusual en el mundo corporativo. Ellos no sabían que yo era católica pero aún si me la regalaron.
Mamá gracias por tus manifestaciones. Me queda claro que has estado siempre a mi lado desde que te fuiste. Te amo y te llevo siempre en mi alma. Iremos juntas donde Dios me quiera llevar.